Yo también soy un souvenir

Un taller sobre viajes, memoria y vida cotidiana. O sea, un lugar donde reunirnos a contar historias sobre viajes reales e imaginarios. Contarlas por escrito y de viva voz; contar de palabra, obra y omisión.

 

Celebramos un primer taller el 9 de octubre de 2020 en el Centro de la Cerámica de Triana. Rastreamos los residuos que dejan los viajes en la memoria, en los cosarios y en los cuerpos.

Partimos de algunos ítems y preguntas: Tu primer recuerdo de un viaje, el viaje perfecto, para qué viajas, cómo es tu vida cotidiana, cómo es tu mapa del dolor, del amor, de la alegría, del trabajo. 

 

Participaron: Anabel Enrique, Carlos Bonilla, Luna Vilchez, Vanesa Aibar, Violeta Hernández, David Montero.

Quedaron souvenires en forma de palabras como éstas:


Los viajes en tren Madrid-Cádiz.

Yo me mareaba. Sé que me mareaba porque me lo han contado, pero yo no me acuerdo de esos mareos. Sí me acuerdo de que me aburría en el viaje. ¿Cuántas horas se tardaba en tren desde Madrid hasta Cádiz a finales de los 70? Me acuerdo de todos esos viajes como si fueran el mismo viaje. Todos los aburrimientos como un solo aburrimiento.

Hasta que un día empezamos a viajar de noche. El mismo viaje en tren, pero ya no viajábamos de día. Viajábamos de noche. No sé si es que antes no había viaje nocturno o es que antes mis padres pensaban que yo era demasiado pequeña para viajar de noche. No lo sé y no quiero saberlo. Sí que sé que, a partir de entonces, se terminó el aburrimiento y comenzó la felicidad. La felicidad era la litera y el traqueteo del vagón. Miraba por la ventana a través de la cortina y sólo veía el destello de las luces de algún pueblo a lo lejos. Pegaba la cara al cristal para mirar la noche, la nada que nos envolvía. Desde el tren cama, la nada no me da miedo, los monstruos se golpearían contra el cristal y nunca podrían hacerme daño. El compartimento era un lugar seguro en el que no existía el peligro ni el aburrimiento ni el dolor.

No me recuerdo durmiendo en el coche-cama. No.

En mi recuerdo, estaba toda la noche despierta viendo destellos a través de la cortina o con la frente pegada al cristal.

En mi recuerdo, hay una mujer peinándose muy despacio en el cuarto de baño del tren.

En mi recuerdo siempre es de noche.

En mi recuerdo el revisor es un superhéroe y está enamorado de la mujer que se peina en el cuarto de baño.

En mi recuerdo tengo 7 años y el peinado que tanto me gustaba y suena Just like heaven, una canción que aún no se había compuesto, una canción que escucho todavía hoy.

En mi recuerdo estás tú leyendo esto ahora mientras yo lo vivo entonces.

En mi recuerdo me siento extraña como los ángeles bailando en los océanos más profundos.

Después, está otro recuerdo, el recuerdo de los momentos antes de llegar a Cádiz. El recuerdo de los nervios de estar llegando. Muchos nervios, como dedos pasando por mi estómago, pero no por fuera sino por dentro. Y esos dedos me hacían cosquillas y me hacían un poco de daño, pero era un dolor dulce porque era pequeño como el bocado de un saltamonte en el dedo. Los nervios eran por llegar, por las ganas de estar contenta, por saber que en la estación nos esperaban algún tío mío o los abuelos. Y en el camino, ya en el coche, por la carretera de Astillero había un muro blanco con arcos con agujeritos en medio. Yo los miraba y eso es la felicidad.


Yo recuerdo un viaje a Lloret del Mar en autobús. Allí vivían mis tías y yo iba con mi madre. Mi tía soltera me llevaba de tiendas y me decía qué quieres. Y yo le decía que quería un vestido azul con dos capas. Que una de ellas tuviera encajitos y que también tuviera tirantes como de sujetador. Supongo que me lo compraría, pero de eso no me acuerdo. Otra vez, yendo en el mismo autobús a Lloret del Mar, el autobús se detuvo en mitad del viaje y yo me di cuenta de que había pasado algo muy grave. Y es que había muerto Lady Di. A mí me entró un sentimiento de pena muy grande. Y lloré. Bueno, eso recuerdo, pero a lo mejor no paró el autobús.

Yo, que no soy ella, me imagino un autobús parado en un arcén en mitad de la carretera. Por supuesto, en mi imaginación es de noche. Y todos lloran. Lloran por la muerte de Lady Di. Un autobús parado en un arcén lleno de gente que llora por la muerte de alguien a quien nunca han abrazado, a quien nunca le han dado los buenos días, con quien nunca se han tomado un café.


Yo me mareaba mucho, así que iba todo el viaje con la ventanilla abierta y con la cabeza asomando. Mi padre decía:
– ¿Quieres que te ponga a La Pajarilla?

Y La Pajarilla era Ana Torroja. Yo le decía que sí y cantaba todas las canciones. Yo me sabía la discografía entera de Mecano. Y me la sigo sabiendo.


Un participante me explica que los viajes que le gustan son los que le sirven para reestructurarse. Recuerda un viaje por la Costa Oeste de EEUU. Iba solo. Iba en coche. Estaba en una profunda crisis personal, sentía “como si fuera descalzo, pero llevara colgando los cordones de los zapatos”. Paraba donde quería o donde le cogía la noche. Dormía en el coche. No hablaba con nadie, aún más, no veía a nadie durante días. Y no se aburría. Pensaba que se iba a aburrir, pero no. Los días volaban. Recuerda un atardecer desde una montaña, viendo el horizonte lejos, muy lejos. Y ni rastro de vida. Quizá había algún insecto, pero no lo recuerda. Se recuerda solo, en la inmensidad.

Yo, mientras leo las notas que tomaba mientras él hablaba, me acuerdo de Centauros del desierto. Una de las películas que más veces he visto. Y quiero que todo el mundo la vea por lo menos tres veces antes de que siga leyendo esto que escribo. Quiero que lloren como yo lloro cada vez que la veo. Que vean lo que yo veo en esa historia, preguntas:

qué es pertenecer,

qué es buscar,

qué es encontrar,

qué es la identidad,

qué es ser extranjero,

qué es yo,

qué es lo otro,

qué es los otros,

qué es ser padre,

qué es ser hijo

y quiero que piensen que, con suerte, algún día todos llegaremos a ser huérfanos.

Y el participante sigue explicando que en el viaje no tenía horarios, que comía cuando tenía hambre y dormía cuando tenía sueño y que, cada día, esas cosas ocurrían en horas distintas. Dice que la gente podrá pensar que eso es un desbarajuste de horarios. Desbarajuste. Me gusta esa palabra. Desbarajuste. Proviene de barahustar: golpear con lanza o parar el ataque de/con una lanza. Según Corominas,se deriva del latín vara y fustare (derivado de fustigare). De ahí el significado original de hacer huir o salir en estampida. Má tarde, barahuste se mezcla con barauste (variante de balaustre: columnita que forma una barandilla), por lo que desbarajustar se entendió como desbaratar los balaustres.

Me gusta la etimológica porque me parece que es una manera de mirar la palabra como un turista.

El participante se había quedado en la palabra desbarajuste. Vistos desde fuera sus horarios eran un desbarajuste, pero dice muy serio que para él lo que es un desbarajuste es los horarios idénticos un día detrás de otro. Que en ese perder los esquemas, todos los esquemas, los horarios, las palabras, los referentes, se encontró. Que la crisis no terminó al volver de ese viaje, pero que algo empezó a cambiar, a ajustarse en el desbarajuste que estaba siendo su vida. Y que para eso se viaja o, por lo menos, para eso viaja él.

Yo siempre viajo sola. Me gusta viajar sola. Sobre todo, me gusta África. Me gusta la belleza. Me gustan el silencio y la paz. Me gusta la inmensidad de la naturaleza. Me gusta la negritud. Me gusta su dignidad. Me gusta ver los animales. Yo aquí no soy mucho de animales; no me gustan los perros ni los gatos ni los peces. Aquí no, pero allí sí. Los miro y no me canso de mirarlos.

Me paso todo el año trabajando para pagarme quince días en África.


EL MAPA ES NUESTRO

Plaza de Santa Cruz, Sevilla.

Faustino Álvarez, casa.

Feria/Relator, Libre.

Giralda, nervios.

Marqués de Paradas, Matilde.

Pastor y Landero, Fernando.

Plaza Villasis, traición.

Calle Arrayán, el verdadero dolor.

Plaza Virgen de los Reyes, se irá.

López de Gomara, follar.

Calle Aire, la novata.

Montearroyo, fumar.

Calle Salamanca, habilidad.

Traumatología Hospital Virgen del Rocío, límite.

Guarida de nuevo, demonios.

Plaza de Armas, crueldad.

Calle José Maluquer, virgen.

Calle Cardenal Spínola, ansiedad.

Hospital Virgen del Rocío, Alzhéimer.

Calle Doctor Fedriani, epifanía.

Los Remedios, dolor y muerte.

Plaza San Gil, llorar y llorar.

Paseo Nuestra Señora de la O, éxtasis.

Calle Rioja, aprender, inocencia.

Calle Castellar, rutina.

Pasaje Mallol, locura.

Pasaje Mallol, diversión.

Pasaje Mallol, proyectos.

Pasaje Mallol,mi compañera.




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